Parar la pelota: cuando construir el fútbol que queremos significa un poco más que estar al día con la cuota

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Por Valentina Posada

¿Cuáles son las medidas que toman los clubes de los que somos fanáticxs cuando nos enteramos que algún jugador es denunciado por violencia de género? ¿Estamos satisfechxs con las mismas?

El lunes 17 de abril comenzó el juicio a Sebastián Villa, jugador del Club Atlético Boca Juniors. En el año 2020, había sido acusado por su expareja por lesiones y amenazas, en la casa que compartían en Canning, localidad bonaerense.

El inicio de este juicio nos lleva a poner el ojo en un debate público que parece nunca tener fin: por un lado, el rol que tienen las instituciones deportivas en el abordaje y la prevención de las violencias y por el otro, nuestra sociedad y la cultura del aguante.

Bien sabemos que el abordaje de las violencias de género es un tema de agenda pública e indiscutible. La violencia se construye y se legitima desde que el mundo es mundo, pero en particular, la violencia de género se profundiza a través de la brecha patriarcal que existe en todos los lugares que habitamos.

Acá nace nuestro primer punto, ¿cuáles son las medidas que toman los clubes de los que somos fanáticxs cuando nos enteramos que algún jugador es denunciado por violencia de género? ¿Estamos satisfechxs con las mismas?.

Eliminar las violencias de género es un camino que estamos transitando como sociedad gracias a movimientos como Ni Una Menos. Los clubes no son ajenos a esto y en los mismos, se vienen dando luchas desde la militancia y los feminismos que llevan tiempo y sobre todo, decisiones y definiciones políticas. No podemos negar la función inigualable que tienen los clubes de fútbol en nuestra sociedad: la alegría popular que el sistema nos niega. Y la alegría no la podemos construir dando pasos al costado de lo que militamos todos los días.

Es decir, nos encontramos frente a una responsabilidad de muchxs: la de nosotrxs como actores en los cambios, dando las discusiones desde adentro y por el otro, la de políticas públicas que acompañen nuestras luchas, los clubes que amamos dejando de hacer oídos sordos y sobre todo, un poder judicial con perspectiva de género.

En sintonía, crecer y vivir en la cultura del aguante. El fútbol en nuestro país se construye bajo esta lógica porque también así le han enseñado a los varones toda la vida que debe ser: aguantar, poner huevo, ir al frente, es lo que tiene que ser. Hablar de fútbol significa hacerlo propio de las violencias que coexisten y se aceptan, se nutren y que también se legitiman dentro de él: la de los dirigentes, los periodistas, los directores técnicos, los propios jugadores, los hinchas. Es decir, ningún violento es un caso aislado. No es más que uno de los tantos engranajes de esta cadena sociocultural que hace del aguante un slogan marketinero.

Sebastian Villa está legitimado por un club que lo pone todos los domingos en un plantel titular. Y como él, hay muchos jugadores en muchos clubes más.

En paralelo, compañeras feministas agrupadas en organizaciones dentro y fuera de los clubes piden que se deje de mirar para otro lado. Comisiones de género que por primera vez trabajan protocolos o crean herramientas para que todo sea un poquito más ameno, acá lo clave y potente del feminismo para abordar las violencias: crear espacios donde las víctimas tengan un lugar donde poder ser escuchadas desde el respeto y la empatía, ¿quién podría pensar que en los clubes se llegaría a la instancia de redactar protocolos de género dando discusiones donde antes solo habitaba el silencio y la indiferencia?

Sebastian Villa es el nombre y apellido que le podríamos poner a tantos otros. El nombre y apellido del fútbol que quienes lo entendemos como generador de alegría popular no queremos. Es mucho lo que nos falta y construir el fútbol que queremos también significa que sea libre de punitivismo, al contrario, que implique que todos los actores del mismo se hagan cargo de la parte de torta que les toca: comisiones de género, socios y socias, dirigentes. Es largo el camino pero el compromiso se construye día a día con definiciones y resoluciones reales y concretas.