Peligro: Outsider

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Dícese de un personaje que incursiona en política partiendo de una imagen fuera de ella. Un outsider es alguien nuevo en política, emergen por fuera del sistema, es decir, se hacen conocidos ante la opinión pública en esferas no tradicionales, como son los medios de comunicación.

Estas personalidades provienen normalmente del mundo de la farándula, casi con exclusividad de las pantallas de televisión, suelen ser vistos en programas con buen rating. Casi siempre se les desconoce militancia, no tienen recorrido en el campo social, no forman parte de una organización, solo son eso, famosos, tienen la facilidad de opinar de todo en general y no saben de nada en particular (sin ponerse colorados).

En el inicio de la década de los 90 en la Argentina los famosos se apoderaron de la televisión, se apoderaron de nuestra atención y, con ella, la posibilidad de empoderarse. En esa década se conocieron varias propuestas a famosos pero pocas concreciones en listas y cargos públicos. Los outsider van, vienen (y rotan), fundamentalmente reaparecen cuando un gobierno, que ilusionó a la población, no cumple con las expectativas mínimas, básicas.

Sus principales características están relacionadas con la potencia de la fama, casi siempre con poca formación académica, no son abogados, ni contadores y mucho menos, licenciados en economía. Dicen no pertenecer a la clase política, de la que critican pero quieren formar parte de ella. Le atribuyen todos los males de la sociedad a la dirigencia e intentan representar aires renovadores de la política tradicional. Sin embargo  representan la antipolítica.

Y el peligro de estos fenómenos son varios: la inexperiencia de conducir los distintos espacios de poder, mejor no hablemos, si se trata de una Nación. Después hay una suerte de banalización de la política, la desgastan, la erosionan con múltiples horas de aire. Sin embargo la demagogia es su principal arma, dicen lo que algunos/as quieren escuchar, a pesar que muchas veces es impracticable. 

Estos personajes son vehículos de comunicación que se retroalimentan de la desilusión, pero esencialmente del odio. Se manejan con irresponsabilidad e ignorancia al mismo tiempo y para los desprevenidos son como Mesías, aunque casi siempre son falsas promesas.