La bruja Heidi y la posibilidad de una política para el pueblo

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La consagración de María Eugenia Vidal como gobernadora bonaerense se basó centralmente en la denuncia falsa contra su principal oponente como presunto jefe narco. Vaya paradoja: según Horacio Verbitsky, detrás del financiamiento ilegal de la campaña vidalista 2017 hay indicios serios de dinero de… narcotráfico. Cerca de aquellos comicios hubo ruido al respecto en Cambiemos. Elisa Carrió, nada menos, acusó a Cristian Ritondo, Gustavo Ferrari y Pablo Bressi, por aumento de recaudación ilegal en la policía provincial. El episodio, pues, recuerda aquel cuento en que un ladrón, para distraer a la multitud de sus delitos, se la pasaba señalando a otros a gritos, acusándolos de ser en realidad esos los criminales.

El asunto tiene su lógica política: la crisis económica (camino a ser la peor de la historia nacional, con un modelo agotado que como máximo puede evitar un choque abrupto a costa de hipotecar el futuro) hace más propicio el clima para denuncias de corrupción; y ambos traen de la mano a los internismos mal resueltos de la segunda alianza. La mayoría de los testimonios que confirman las pruebas rastreadas por el periodista Juan Amorín provienen de Cambiemos. Y a propósito: ¿todo bien Marcos Peña, quien en 2016 se hizo con la base de datos de ANSeS, donde se destruye todo menos la información que ha sido útil para estas maniobras?

La revelación de Amorín abre una oportunidad enorme para el campo nacional. Bien se ha recordado en estas semanas que Mariano Rajoy cayó del gobierno de España por una falta idéntica a la de Vidal. ¿Cuál es el drama de la democracia española? Que el Pacto de la Moncloa, en el que han estado comprometidos desde 1978 los partidos mayoritarios, sindicatos obreros y empresarios y toda organización involucrada en decisiones públicas, supone un núcleo de políticas a favor del statu quo que nadie puede cuestionar. Como enseña Claudio Scaletta, “cualquier decisión de política económica supone transferencias de recursos entre clases y sectores infinitamente superiores a cualquier hecho de ‘corrupción’.” Los pagos irregulares a Rajoy eran el precio por un modelo que se viene cuestionando fuerte en la calle.

¿Por qué es infinitamente más dramático para una fuerza popular perder elecciones que para otra que, como Cambiemos, es expresión del poder económico? Porque estos últimos aguantan mejor el llano, justamente por su dinero. Si encima lo usan para modelar la democracia a su antojo, imposible discutir privilegios. Los dirigentes sin compromisos con eso deben asumir con valentía ante el pueblo el debate por el financiamiento enteramente público de la política. Más aún: dotar de muchos recursos a quienes no tienen pasado CEO para que puedan dar la pelea por la igualdad en mejores condiciones que quienes disponen de abultadas cuentas bancarias.

Y si la sociedad piensa que ése es un gasto innecesario, intentar convencer de que lo barato sale caro. Ahí están dos años de Mauricio Macri como demostración irrefutable de ello.