Una decisión que dibuja un escenario nuevo

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Por Pablo Papini.

El anuncio de la fórmula  Fernández – Fernández descolocó a todo el mapa político nacional. La definición que tomó la ex presidenta movió las fichas de un tablero que apura al oficialismo y la oposición a cerrar filas y armar una nueva estrategia electoral. Cristina se corrió del centro de la escena pero no perdió gravitación. A menos de un mes del cierre de listas, el peronismo kirchnerista salió a la cancha.

En 2007, Néstor Kirchner tenía la reelección en la palma de su mano. Había guiado la salida de Argentina de la peor crisis socioeconómica de su historia. Todos los indicadores sociales daban bien, la macroeconomía gozaba de solidez y la oposición se encontraba desarticulada. Sin embargo, el ex gobernador de Santa Cruz no optó por la jugada obvia que parecía ser su propia candidatura, constitucionalmente habilitada. Designó en su lugar a su esposa, y para acompañarla, al entonces mandamás de Mendoza, Julio Cobos, como expresión del frente que, en tanto conductor del peronismo, había labrado con la UCR: la Concertación Plural.

Menos de seis meses más tarde, en el episodio final de la 125, la noche de su tratamiento en el Senado, Miguel Ángel Pichetto, quien al igual que hoy era por aquellos días jefe del bloque oficialista en la cámara alta, intentó persuadir a CFK y a Kirchner de la conveniencia de ordenarle a alguno de los legisladores que votarían a favor del gobierno nacional. A sabiendas de que habría empate y definición del vicepresidente Cobos, y de que éste lo haría en contra de la iniciativa de Casa Rosada, entendía mejor acelerar la derrota y no regalarle la gloria a quien se había convertido en bandera opositora. El matrimonio se negó terminantemente. “Que cada quien se haga cargo ante la historia de su posición.” La política grande, como vemos, nace de las decisiones que escapan a lo lineal, a lo seguro, a lo esperable.

Si se revisaba en su biografía, pues, podría haberse anticipado que Cristina Fernández sorprendería a la hora de diseñar la oferta electoral del segmento más numeroso del justicialismo. Nadie esperaba a Alberto Fernández como cabeza de la lista, ni mucho menos a ella en segundo término. Rasgo propio y también de su formación profundamente doctrinaria, pues el general Juan Domingo Perón reivindicaba ese modo de acción, toda vez que, según explicó, ello desarmaba al adversario. Lo comprueban las primeras reacciones posteriores al anuncio de la fórmula: Cambiemos y las terceras vías, de pronto, perdieron su razón de ser.

La senadora tenía una encrucijada por resolver: su intención de voto sigue siendo altísima, pero muchos sectores del peronismo dudaban en sumarse a una construcción que ella liderase, ya sea por rencores personales, o bien porque en sus respectivos territorios genera rechazo o porque pretendían un juego más plural al interior del movimiento y no lo ven posible con ella en Balcarce 50. Lo mismo ocurre con los pactos que serán imprescindibles por fuera de lo partidario para superar la pesada herencia que dejará Mauricio Macri, algo en lo que casi todo el arco dirigencial coincide, y sobre lo que alertó la propia Cristina en el video en que anunció la novedad. Las especulaciones posteriores a la noticia del ticket Fernández-Fernández tienen por objeto quitar del centro de la escena el diagnóstico del desastre PRO.

Con el corrimiento de la presidenta mandato cumplido a un costado, se sintetiza una amplísima diversidad que coincide en su rechazo al neoliberalismo vigente. La foto de ella en la boleta garantiza un piso alto de acompañamiento, en tanto que quien fuera su primer jefe de gabinete venía tendiendo puentes con otros espacios y con el poder corporativo convocable.

La herramienta del Lawfare perdió razón de ser porque suponía la centralidad absoluta de CFK, como lo prueba que hayan reaccionado contra Alberto con una denuncia de mucho menor impacto que los supuestos tres PBI que se habría robado el kirchnerismo: una supuesta deuda de medio millón de pesos en concepto de expensas. Dramático perder la política para una administración que tiene números de 2001/2002 para mostrar. El peronismo no kirchnerista, por su parte, perdió volumen porque quienes de veras sólo deseaban un manejo distinto de la interna, cuando el gesto cristinista fue en esa dirección, lo aceptaron.

El mejor termómetro, con todo, es la CGT. La central obrera argumentó siempre, cuando se le reclamaba mayor combatividad contra el ajuste macrista, que no podía librar una batalla sin sustento político. A las pocas horas de que Cristina visitara el PJ de vuelta tras largos años de diferencias, lanzaron un paro general que fue el de mayor contundencia de los tres años y medio de gobierno CEO. Finalmente, se reencontraron la calle y la rosca.