Salir del Pozo: reportaje a un sobreviviente del ex Pozo de Quilmes

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El «Pozo de Quilmes» fue uno de los centros clandestinos de detención más importantes del denominado “circuito Camps”, que funcionó entre 1975 y 1979 durante la última dictadura cívico militar en la zona sur del conurbano bonaerense, y funcionó en las instalaciones de la Brigada de Investigaciones de Quilmes, ubicada en la esquina de Allison Bell y Garibaldi. Más de 252 hombres y mujeres pasaron por allí en situación de cautiverio y tortura.

El pasado 23 de marzo se inauguró el Sitio para la Memoria, donde funcionó el ex Pozo luego de que fuera declarado sitio histórico con la promulgación de la Ley provincial 14.895, que así lo establece.

PLANTA BAJA – GARAJE

Rubén Schell fue secuestrado el sábado 12 de noviembre de 1977 alrededor de las 12:30 del mediodía en la puerta de su casa, volviendo de trabajar. Antes de ingresar al Sitio con el equipo de CPB Noticias, se acerca a compartir un cigarrillo en la vereda del mismo lugar donde hace 40 años un grupo de militares lo metía a la fuerza.

 

¿Quién era Rubén Schell antes de ser secuestrado?

“Un militante que buscaba un mundo mejor. Para mí era organizar un torneo de fútbol con los chicos, ir a pedirle a los vecinos juguetes que no usen para reciclarlos y dárselo a otros chicos, o hacer una campaña de vacunación. Ya con la dictadura comenzó la clandestinidad, era imposible seguir haciendo actividades porque empezaban a desaparecer compañeros.”

Como si fuera su propia casa, nos invita a recorrer el lugar.

Primero el garaje, oscuro y frío, con las paredes despintadas y percudidas por la humedad y el piso de cemento. “Llegamos acá después de la una del mediodía. Nos bajan del auto, a mí que venía en el piso agachado, y a Pablo, que venía en el baúl” cuenta Rubén en una catarata de palabras y recuerdos grabados, como si no pudiera ni quisiera guardarlos más. “Primero lo torturan a Pablo, mi compañero. Me llevan y me hacen la sesión de tortura mediante picana. No sé el tiempo que me torturaron porque se pierde la noción del tiempo con el terror, el miedo y las preguntas. Me sacan de la sala de torturas y me llevan al primer piso.”

 

PRIMER PISO

Desde la planta baja se siente el clima helado que baja desde los pisos superiores, donde están las celdas. Linterna en mano, Rubén nos guía hacia el primer piso. “En el momento que yo caigo había gente de La Plata, Ensenada, Beriso y de la fábrica Peugeot de Varela”, recuerda. Hay cinco celdas de 2 metros por 1,80. “Llegó a haber hasta 5 personas por celda”, señala. En cada una, una lamparita, alguna foto del “Che” Guevara, paredes y pisos deteriorados, grafitis modernos y alguna que otra madera amurada que cumplió el rol de “cama” para presos de la DDI.

¿Cómo eran los días acá adentro?

“Uno busca acomodar la cabeza con algo. Inventábamos juegos o programas de radio. Sabíamos que estábamos al borde de la muerte, tratábamos de entretenernos y de reírnos de nuestra propia desgracia. Los mismos milicos se reían un rato, después nos hacían callar”, recuerda.

SEGUNDO PISO

Avanzamos. Más celdas. “Acá estaban las mujeres detenidas”, recuerda Rubén. “Nosotros desde arriba hablábamos con las mujeres con señas de manos. Había guardias que nos daban algo así como un recreo y aprovechábamos para hablar con ellas”.  Se sabe que algunas mujeres embarazadas parieron en este espacio. Según Rubén, el “chupadero” tenía la particularidad de que “no existían las violaciones sexuales. El oficial militar que estaba a cargo decía que si alguno de sus subordinados violaba a una mujer, le pegaba un tiro. Decía que las mujeres no tenían género. Que eran delincuentes subversivos. Para él eran todos iguales de la misma categoría, pero no permitía que violaran a una mujer.” Aunque luego señaló que “con el tiempo empezaron a salir a la luz casos de violaciones.”

 TERCER PISO

Este tramo no es uno más para Rubén. “Estuve 102 días y 11 horas acá”. Desde las ventanas enrejadas pueden verse los pisos de abajo y las casas a los lejos. “Desde acá veíamos el Hospital de Quilmes. Supimos que era y dónde estábamos por Alcides Chiesa, un compañero que falleció hace un mes. Él y el padre venían a hacer trabajos en la comisaría, hicieron el portón corredizo que da a la calle y lo reconocieron por eso.”

En el que fue “su” calabozo, Rubén señala en una de las paredes una de las pruebas que el Consejo debe preservar. “Grabé con una moneda que pude guardarme el nombre de mi novia en ese momento, Ana, y hoy mi esposa. Y también escribí “mamá””, recuerda mientras con sus manos acaricia la zona de las marcas.

“Estoy un tiempo con Miguel Laporta, sobreviviente. Al lado estaban Alfredo Patiño, que es un desaparecido y el “colorado” César que era de Solano. Él fue el que me enseñó a pasarme las esposas adelante para no estar tan incómodo. Después de un tiempo me pasan a otro calabozo con Alberto Mari”.

 

LA SALIDA

“Había algo muy simbólico cuando a alguien salía porque significaba que era un traslado o lo dejaban libre. Se silbaba la introducción de la novena sinfonía de Beethoven, el Himno a la Alegría, y el día que yo me fui también me lo silbaron”. Rubén, a diferencia de la mayoría de los detenidos, hoy lo puede contar. Tener una familia católica y un padre que se animó a tocar las puertas de la Iglesia fue el detonante para su liberación.

Un día uno de los guardias ordena a los detenidos que “ordenen todo que viene el Cuervo”, un cura. Se acercó a Rubén y le dice: “vení que es con vos la cosa alemán”. Lo hizo sentar frente al hombre. “Eso fue peor que la tortura con la picana eléctrica”, cuenta en la misma sala donde sucedió el encuentro. “Me empieza a interrogar sabiendo que yo soy católico y empieza a escarbarme por el lado de la fe, la religión, las creencias, y que la Iglesia iba a cerrarme las puertas en todos lados. Que la sociedad me iba a rechazar. En un momento me saco y me dice “yo soy un sacerdote”. Y yo respondo que no. Usted no es sacerdote. Usted es capellán, un cura milico que bendice armas para matar. Hizo un amague como para pegarme y le digo: “¿Qué me va a pegar? Me pegaron tanto acá y qué me va a hacer que me pegue usted”. Se sonrió sarcásticamente, se levantó y se fue. A los 10 días me liberan.”

¿Cómo crees que nosotros como sociedad podemos seguir echando luz a nuestra historia reciente?

“Una prueba palpable fue la marcha espontánea de cuando quisieron poner el 2X1, es la reacción del pueblo. No tenemos que perder la memoria y la historia.”

¿Quién es hoy Rubén Schell, sobreviviente del ex Pozo de Quilmes?

“El mismo idealista que cayó preso en noviembre del 77, con un poco menos de fuerza pero con los pensamientos íntegros.”