Paraíso Jaschek, allá donde el río cuenta

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El viernes 3 de mayo a las 20.30hs en el Centro Cultural Almafuerte  Quilmes, César Gurrieri expone su proyecto fotográfico: “Paraíso Jaschek”.  La entrada es un alimento no perecedero. Lo recaudado se destinará a la familia protagonista de la muestra.

“¿Querés ver dónde dormimos?, me preguntan. Caminé cuarenta metros  en la oscuridad y vi un colectivo. Un colectivo escolar. Sin ruedas, sin nada. Subí y vi como ocho camas arriba del micro”. Así, relata César (35) el primer encuentro con la familia Jaschek. Un día donde la ribera no lograba sostener al agua ahogada rebalsando hacía la tierra. Cuando todo queda mojado y las zapatillas no secan. Un día donde ese encuentro le cambió la vida.

“Paraíso Jaschek”, es el recorrido de la comunión entre un fotógrafo y una familia de la ribera de Bernal. Donde las fotos espontáneas y la noche los encontraba compartiendo, guisos, mates, charlas y vida. Cesar Gurrieri, su autor, inaugura su muestra el Viernes 3 de mayo a las 20.30 hs en  el Centro Cultural Almafuerte en Quilmes.

Esa noche les pidió volver, pero les mintió. No volvió hasta una tarde de febrero de 2016. En ese momento, formaba parte de la asamblea vecinal de la ribera y cada tanto además de debate y foto jugaba al fútbol con los pibes del barrio, conocía a todos, pero no sabía quién era hijo de quien. Ellos lo tenían a él: “ahí viene el fotógrafo”, decían. Durante dos años, no menos de tres veces a la semana, César fue al río con su cámara: “había un desorden armonioso, había una estética”, describe, “todo sucede a orillas del río, el amor, los juegos y la supervivencia.  Cada día era una escenografía diferente”.

Contemplo el rio, me tiento en la pausa de pensarte lindo y quererte como sos. Vislumbro la ribera como si hubiera escolleras de color”, susurra la música de la cantautora local, Solentina. Como susurra la ribera sobre los Jaschek, la fotografía y la amistad. Los Jaschek, viven del río. Se levantan todos los días y pescan. Porque la naturaleza, los caballos, el silencio. Con el tiempo pudieron ir poniendo unos postes, unas chapas que conseguían,  pudieron vender el colectivo que les fue abrigo y casa. No los deja irse.

“Es el mal del sauce”, nos cuenta Cesar, “que te hace volver. Te atrapa y no te suelta jamás”.

Dicen por ahí.

por Danila Imbrogno