Columna de cine
Por Lucas Pablo Beriain
Así como hubo varias corrientes que determinaron una forma de hacer cine en Latinoamérica, como es el caso del Novo Cinema Brasilero, en Argentina empezaron a surgir directores jóvenes que en la década de 1990 cambiaron el modo de producción cinematográfica en el país.
Esto se debe a las escuelas de cine que abrieron sus puertas a fines de la década de 1980 y los cineclubes de la ciudad de Buenos Aires. Eran lugares de formación que impulsaron a los futuros realizadores a alcanzar cierto nivel artístico en concordancia con otros realizadores extranjeros como Jim Jarmush, John Cassavetes o Robert Bresson.
Pero no sólo fueron estos realizadores influyentes en lo que se conocería a fines de siglo XX como el Nuevo Cine Argentino. Hay que tener en cuenta otras dos corrientes extranjeras que forjaron los conceptos tomados por los argentinos y argentinas a la hora de filmar sus historias: La Novelle Vague y el Neorrealismo Italiano. Fue así que jóvenes directores como Martín Rejtman, Raúl Perrone, Trapero, Caetano, Stagnaro, etc., tomaron esas ideas y las pusieron en práctica años después. Esas ideas estaban ancladas en el cine fuera de los estudios, en la producción independiente, en un modo de narrar la ficción desde el realismo, en la utilización de no actores y en filmar, sobre todo, elpresente.
Y es ese presente el que se ve en películas emblemáticas, y testimoniales, de la época como Rapado, Pizza, birra,faso, Mundo Grúa y Labios de Churrasco, sólo por nombrar algunas. El pasado no debía importar en ese momento, los directores estaban cansados de ver representados los años anteriores con ese grado de solemnidad insoportable como se pude ver en la década anterior; es el aquí y ahora lo que debían mostrar.
Con los años se fueron estancando estas ideas y repensadas y reproducidas. Pero sin duda, hasta hoy, fue fundamental que se haya dado este cambio para que tanto el lenguaje como la producción puedan renovarse en el cine argentino.