Fábrica que producía, fábrica que cierra

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Para comenzar el segundo semestre del 2019 en la Argentina de Macri debe ser como el mercado manda: otra fábrica de más de 60 años en funcionamiento que cierra. Afuera los 49 trabajadores que dependían de esa producción y otro capítulo más para ilustrar el drama de los que van quedándose afuera del tan mentado “mercado”. Jonathan Bonomi fue quien primero expresó su angustia al subir un video en las redes sociales que se viralizó de manera inmediata, donde explicaba que habían cerrado la papelera donde trabajaba: Ansabo S.A. les había comunicado a sus trabajadores que ya no trabajarían más.

La fábrica está ubicada en Av. San Martín 1257, junto al arroyo Las Piedras, en la localidad de La Florida. Allí se producían bobinas de papel corrugado a nivel industrial, para fabricantes de cajas de cartón, por ejemplo. Recuerdan sus trabajadores que llegaron a emplear a más de 150 personas en los últimos 12 años y que el trabajo comenzó a decaer en 2016. Los aumentos en las tarifas fueron exorbitantes en una instalación que consumía una facturación de 30 mil pesos en su máximo de producción pasó a tener que pagar más de 2 millones en gas, en los últimos meses.

Jonathan es de los nuevos pero a su vez, de los más jóvenes, ya que hay compañeros con más de 30 años en la fábrica. Recuerda que en 2014 entró y fue una felicidad cuando quedó efectivo porque podría gozar de los derechos que todo trabajador debe tener. Anteriormente trabajó de pizzero y pasó por una fábrica de acolchados, Esos trabajos en negro (ilegal). La incorporación al plantel de Ansabo le brindó obra social a sus tres chicos y a su mujer. Hoy su familia se agrandó porque son seis los hijos pero todo cambió.

“Antes, no es que me iba al Caribe pero podíamos sostenernos bien. Mis hijas hacían deportes, mis hijos igual y no teníamos problemas”, dice el joven de 28 años. Jonathan empezó a esforzarse en la fábrica y fue adquiriendo más aprendizajes dentro de la estructura productiva. En Ansabo trabajaban cuatro turnos sin parar. Los motores no paraban, era una constante fábrica de papel corrugado que producían con el papel reciclado del residuo urbano. Sin embargo, eso comenzó a cambiar luego que se abriera Quilmes Pack, otra papelera instalada en El Pato, partido de Berazategui.

La empresa no era competitiva, en términos relativos, expresan sus trabajadores. Sí, tenía capacidad de producir hasta 33 bobinas por día. Eso le permitió estar al tope de su producción antes que llegara el cambio a la Casa Rosada. Sin embargo, luego que “Don Julio”, su dueño original falleciera, la situación comenzó a cambiar. Se hicieron cargo sus hijos, Ricardo y Susana Angeletti, y nunca empatizaron con los trabajadores. Cosa que si supo hacer “Don Julio” y de hecho, es recordado y reconocido por quienes lo pudieron conocer.

Julio de 2019

El 1º del mes los trabajadores fueron forzados a tomar vacaciones, a lo que accedieron con vistas a descomprimir y reacomodar la situación. A esta altura les debían sueldos, aguinaldos, retroactivo de paritarias y por supuesto los cuatro turnos y no existían hace rato. El 15 de julio, los hermanos Angelletti les enviaron el telegrama de despido a los 49 trabajadores de la papelera. Los telegramas fueron  rechazados porque crecían de fundamentos, según explicaron sus abogados. Ese mismo día decidieron instalarse en la fábrica y ocuparla hasta tanto se resuelva en conflicto.

El lunes pasado marcharon a  la municipalidad de Quilmes, donde fueron recibidos por el coordinador de la secretaría de gobierno, Diego Buffone, quien les ofreció interceder ante los propietarios para resolver el conflicto. Esto significa que le paguen a los trabajadores lo que les corresponde por ley, puesto que la definición de los hermanos Angelletti es cerrar. Sin embargo, la inmensa mayoría pretende que todo cambie y la fábrica se reactive. Algo difícil de imaginar en los tiempos que corren.

¿Qué hay detrás de las maniobras de vaciamiento?

Las sospechas despertadas por la creación de Quilmes Pack generaron incertidumbre en los empleados de Ansabo. A medida que la situación económica empeoraba, la fábrica perdía maquinaria, ya sea porque se la llevaban o porque no se arreglaba pero sin embargo, la papelera de El Pato funcionaba, a pesar de la situación económica. Los proveedores de Ansabo ya no confiaban en sus dueños porque les debían plata. Por otra parte, a los trabajadores les mentían, diciéndoles que no les entregaban materia prima, por eso no trabajaban.

Ansabo corre la suerte de los débiles en la selva del mercado, esa que devora el bienestar de la clase trabajadora que tanto trabajo significó durante años de lucha para que sean reconocidos los derechos de los trabajadores. En los testimonios de los trabajadores de Ansabo está grabado el paso de los años más productivos de la fábrica, que aún con sus malas condiciones de infraestructura, producía sin parar. Ahora eso es pasado y el presente aprieta mucho más. Los tiempos son duros para los que quedan afuera pero también es cierto que viene un tiempo donde se puede volver a cambiar.

Las historias que son parte

Víctor Hugo Rojas tiene 47 años, vive con su señora, una hija y una nieta y está hace 27 años trabaja en la empresa. “Entre 1992 y 2015 teníamos trabajo, buena producción, pero el tema fue del 2015 para acá, se desmoronó todo, empezó a bajar el trabajo, a faltar materiales para trabajar, no teníamos repuestos para las máquinas, lo atamos todo con alambre y seguíamos trabajando, hasta que llegó un momento que la empresa ya no pudo más y nos dejó a todos en la calle”.

“Veníamos trabajando bien en cuatro turnos pero estos últimos tres o cuatro años la empresa se vino abajo,  se abandonó mucho la fábrica y no la pudimos salvar, vimos el deterioro de todo y ahora nos dejaron sin trabajo. El último tiempo no invirtieron nada, trabajábamos en malas condiciones, llovía más adentro que afuera, corríamos riesgo de electrocutarnos. Quisiéramos armar una cooperativa si se puede”.

Rubén Romero tiene 63 años, le faltan 2 años para jubilarse, padece una enfermedad cardíaca y está hace 22 años en la papelera. “Estoy enfermo del corazón, estoy tramitando para operarme. Nos tocó irnos pero yo entiendo a los dueños (Ricardo y Susana Angeletti), ahora pagan tarifas altísimas de luz y gas. El Estado cooperó mucho para que las empresas fundieran y nosotros pasemos a la miseria que estamos pasando. Ahora estamos en bolas”.

Omar Ramón Valle trabaja hace 33 años  está casado con cuatro hijos, vive en Quilmes oeste. Entró en 1987 a la fábrica y recuerda que el padre (Don Julio) era diferente. “Él pensaba en el obrero.”

“Desde que trabajamos full nunca tuvimos problemas de pagos ni atrasos. Los problemas empezaron hace un año. Primero empezaron  reducir los turnos hasta que nos dieron vacaciones obligadas y por ultimo llegó el día en que nos dijeron que hasta acá llegábamos.”

“Nosotros queremos trabajar porque hay muchos compañeros que ya no estamos en edad de conseguir otro empleo. Tengo 58 años, soy diabético e insulino dependiente y quién me va a tomar. Porque tengo dos manos y un montón de experiencia en el manejo de máquinas pero para el mercado ya estoy afuera. Es desesperante esta situación.”