Por Elizabeth Barbis*
En nuestro país, entre Universidades públicas y privadas de medicina, egresan
anualmente cerca de 6000 médicos por año.
¿Es mucho o poco? Sería la pregunta.
-Depende- sería la respuesta.
Si se piensa al médico como el responsable único y directo de atender la
enfermedad, estamos en problemas. Si se piensa a los equipos de salud
territoriales (enfermer@s, Obstetric@s; Psicólog@s, T. sociales, promotores)
como responsables más cercanos a resolver problemas de salud/enfermedad,
estamos mejor.
Existe una validación cultural que debe haber médicos en las guardias de
hospitales para las urgencias y que debe haber especialistas en los
consultorios y es necesario…pero no suficiente.
Si no orientamos las políticas a los lugares donde la población nace, crece,
vive, trabaja y envejece; los esfuerzos serán vanos.
La Atención primaria de la salud (APS) no es una forma “primaria” de asistir, es
una estrategia de trabajo en comunidad, que ubica el protagonismo en los
sujetos de prácticas preventivas (salud) y asistenciales (enfermedad). Tiene la
capacidad de fortalecer su territorialidad y la participación ciudadana como
herramienta de democratización de la gestión pública.
La debilidad del Primer Nivel de Atención (salas, Centros comunitarios,
unidades sanitarias, CAPS) es multifactorial, dada por la insuficiencia de
Recursos Humanos, la desorganización del sistema, la falta de propuestas
atractivas para que los trabajadores ingresen y permanezcan, que sumado a la
ausencia de planificación, rompe el eslabón (geográfico, cultural, administrativo
y económico) entre los servicios hospitalarios y la comunidad. La APS es un
escenario de práctica y de política y desarrolla capacidades en la comunidad,
no solo en salud.
La población conoce sus problemas, podemos aprender qué les sucede,
debemos responsabilizarnos a quienes les sucede y del cómo los
resolvemos…entre todos.