Esteban Rodríguez Alzueta: «Hay un mayor hostigamiento policial hacia los jóvenes»

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El abogado y magister en Ciencias Sociales (UNLP)* señaló, en diálogo con CPB Noticias, que «la inseguridad es un concepto fetiche» y hay mitos que se fueron construyendo alrededor de la problemática de la inseguridad. «Cuando uno mira las estadísticas de homicidios se da cuenta que solo un pequeño porcentaje de muertes se los llevan los homicidios en ocasión de robo. En este país tenes más probabilidades que te mate tu pareja, tu vecino; tenes más probabilidades incluso de morir en un accidente de tránsito o por mala praxis en un hospital que en manos de un “pibe chorro”. Pero la tapa de los diarios se las lleva los famosos pibes chorros.» También explicó que «la educación se está policializando» y que en el Gobierno actual «hay un mayor hostigamiento policial hacia los jóvenes producto, entre otras cosas, de las declaraciones de los actuales funcionarios.»

¿Crees que la inseguridad es un concepto que se suele vincular al delito en ocasión de robo y no a la falta de vivienda, alimento, salud, educación, etc?

No me parece que el delito callejero no se asocie actualmente a la pobreza. Creo que tanto la derecha como la izquierda, tienden asociar el delito a la pobreza. En el caso de la derecha, la necesidad o las carencias materiales comulgan con las carencias afectivas, es decir, con el déficit de autoridad, con el declive de la autoridad familiar, escolar o policial. No estoy de acuerdo con las interpretaciones espasmódicas que cargan todo a la cuenta de las necesidades insatisfechas, no me parece que el delito sea una respuesta fisiológica. Me parece que el problema no es tanto la pobreza sino la “pobreza relativa”, es decir, la pobreza experimentada como algo injusto, la pobreza en contextos de contrastes sociales abruptos. Si vos vivís en un countrie y yo en una villa que está pegada al countrie, entonces voy a vivir la pobreza como algo injusto. Ahora, la pobreza relativa es un factor que hay que leerlo al lado de otros factores, es decir, leerlo al lado de la expansión de las economías ilegales; del hostigamiento policial; del encarcelamiento clasista, masivo y preventivo; de la expansión del mercado y la interpelación para que adecuemos nuestras pautas de consumo a determinados estilos de vida promocionados por el mercado (“Si Nike es la cultura, Nike es la cultura hoy”); de la estigmatización social, de la segregación espacial, etc. Todos estos son factores que hay que tener muy presente a la hora de comprender y explicar este tipo de conflictos sociales. 

¿Hay mitos creados alrededor del concepto de inseguridad?

La seguridad es un concepto fetiche. Estamos rodeados de mitos que se fueron construyendo alrededor de la inseguridad. Mitos que ponen la verdad más allá de la realidad. Y ya sabemos que un problema mal planteado es un problema sin solución. Uno de esos mitos es que “en este país te matan por un par de zapatillas”. Y la verdad que cuando uno mira las estadísticas de homicidios se da cuenta que solo un pequeño porcentaje de muertes se los llevan los homicidios en ocasión de robo. En este país tenés más probabilidades que te mate tu pareja, tu vecino; tenés más probabilidades incluso de morir en un accidente de tránsito o por mala praxis en un hospital que en manos de un “pibe chorro”. Pero la tapa de los diarios se las lleva los famosos pibes chorros. Otro mito es que “los chorros entran por una puerta y salen por la otra”. Y la verdad que cuando uno mira las estadísticas se da cuenta que la cárcel y la justicia penal no es una puerta giratoria sino un sistema atrápalotodo. Basta mencionar que casi el 65 % de la población está con prisión preventiva, es decir, presos por las dudas.

¿La educación pública y los medios de comunicación tienen responsabilidad en la construcción de «la inseguridad»?

En términos generales te diría que la escuela está resignando la educación a cambio de la contención. Y la contención está siendo cada vez más enmarcada en términos securitarios. Digo, la educación se está policializando. La escuela está apelando a las prácticas policiales para contener a los jóvenes. Por eso los maestros llaman cada vez más seguido a la policía. Los maestros se la pasan hablando del bulliyn estudiantil pero no hablan del bullyn de los maestros. Alumnos que son objeto de cacheos y requisas, que son objeto de controles cada vez más rigurosos, una escuela cada vez más intolerante con los pequeñas transgresiones y más tolerante con el racismo que hay entre los alumnos. Es más, te diría el bullyng es una manera de no ver el racismo al interior de las escuelas públicas. Una escuela, entonces, con menos paciencia para encarar los problemas a través del diálogo.  Por este camino no falta mucho para que las escuelas contraten a policías tutores –que ya existen en otras escuelas del mundo- para mantener la “paz” en los establecimientos.

En cuanto al periodismo… desde ya! El tratamiento sensacionalista y truculento que el periodismo estelar ensaya sobre determinados hechos, genera situaciones de pánico moral que, lejos de crear condiciones para el diálogo, lo clausura también, recreando las condiciones para que nos sintamos cada vez más vulnerables e inseguros.


¿Hay alguna ventaja en la formación de una fuerza de seguridad (como la Policía Bonaerense o la Local) para garantizar la integridad física de la ciudadanía?

Las políticas de saturación policial son, por un lado, políticas de prevención del miedo al delito. Cuando ponen más policías en la calle no se resuelve el problema del delito callejero si no que nos sentimos más seguros. El emplazamiento de policías en las esquinas, el aumento de móviles patrullando el barrio, o las cámaras de vigilancia, no detienen el delito predatorio sino que lo corren de lugar, lo desplazan a otros barrios. Por otro lado, en los barrios pobres, la saturación policial funciona como un mecanismo de compartimentación espacial y control poblacional, como mecanismo de control de fronteras, estableciendo de hecho una suerte de estado de sitio y toque de queda para los jóvenes que tienen determinados estilos de vida que, de ahora en más, tendrán más dificultades para salir del barrio porque serán objeto de los vecinos alertas, es decir, de la cultura de la delación y la detención policial sistemática.


¿Cuál sería una respuesta posible por parte del Gobierno a esta problemática?

Problemas multicausales, necesitan respuestas multiagenciales. Ahora bien, cuando el gobierno la única herramienta que tiene en su cajón es el martillo, todos los problemas se parecen a un clavo. No creo que este gobierno ensaye respuestas creativas porque eso implicaría ir contra las políticas económicas que están implementando. No van a bajar el encarcelamiento, ni el hostigamiento policial, ni el trabajo en negro, ni las economías ilegales, ni el consumismo que son los factores que, como te decía, están detrás del delito callejero. Al contrario, creo que todos los conflictos se van a profundizar, incluso es esperable que se le agregue aún más violencia. Y se van a profundizar porque este modelo necesita expandir las economías ilegales que financian las economías informales que le resuelven los costos financieros a los mercados legales. Se van a profundizar porque el mercado tiene más vía libre y presionará aún más a los jóvenes para que adecuen sus estilos de vida a las pautas de consumo, a los valores que promueve el mercado. Y porque este modelo no cierra sino con más policía y más encarcelamiento.


¿Qué diferencias ves entre las políticas de seguridad aplicadas por el Gobierno anterior y las del actual Gobierno?

En principio te digo que no hay solo discontinuidades sino muchas continuidades. Digo, en materia de seguridad, el kirchnerismo no fue una década ganada. Berni, Casal y Granados, le dejaron el camino allanado a Bullrich y Ritondo. Sin perjuicio de ello, hay algunas discontinuidades que hay que prestar atención y no subestimar, porque van a poner al país en lugares cada vez más difíciles. Por ejemplo, hay un mayor hostigamiento policial hacia los jóvenes producto, entre otras cosas, de las declaraciones de los actuales funcionarios. Los policías se sienten menos vigilados, más avivados, más respaldados, no sienten que tengan que rendir cuentas a nadie. En segundo lugar, están inventando “enemigos internos” (el “narcotraficante”, el “indio terrorista”) que les permitirá ensayar un control poblacional más duro, incluso a través del involucramiento de las fuerzas militares. Tercero: se volvió a autonomizar la inteligencia. Y cuarto, en materia de protesta social, claramente han dado un giro de 180 grados: la policía ya no está para proteger a los manifestantes sino para perseguirlos, provocarlos y reprimirlos. Nuevamente, la arena judicial es referenciada como el espacio para tratar los conflictos sociales. Ya no van a pensar la protesta social con la constitución en la mano sino con el código penal. Por eso la pregunta que se hacen no es cuál es el nivel de protección sino cuál es el nivel de castigo adecuado para desalentar la protesta.

 

* Se desempeña como profesor e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad Nacional de La Plata.

 

Notas relacionadas:

P.L.P.: Policía Local Privada